viernes, 30 de octubre de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 504.

            Desde niño, un hombre había tomado la decisión de que nunca se contentaría con nada que no fuera lo mejor. Esta decisión le había ayudado a alcanzar el éxito y la riqueza, y ahora tenía medios para procurarse verdaderamente lo mejor.

          Pues bien, resulta que se vio aquejado de un fuerte ataque de amigdalitis, que en realidad podría haber sido perfectamente tratado por cualquier cirujano mínimamente cualificado. Pero, convencido como estaba de su propia importancia y acuciado por su obsesión de procurarse lo mejor que la ciencia médica pudiera ofrecerle, comenzó a ir de ciudad en ciudad y de país en país, en busca del mejor cirujano del mundo.

        Cada vez que le hablaban de un cirujano especialmente competente, le asaltaba el temor de que posiblemente hubiera alguien áun mejor.

        Un día, sin embargo, su infección de garganta se agravó de tal manera que se hizo urgentemente necesaria una intervención, porque su vida corría peligro. Pero el hombre se encontraba en estado semi-comatoso en una remota aldea donde la única persona que había empleado un cuchillo con una criatura viva era el carnicero del lugar.

         De hecho, era un carnicero muy competente, y puso manos a la obra con entusiasmo; pero, cuando tropezó con las amígdalas de aquel hombre, no supo en absoluto qué era lo que tenía que hacer con ellas. Y mientras lo consultaba con otras personas que sabían tan poco como él, el pobre paciente, para quien sólo lo mejor era bueno, murió desangrado.
    
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario