sábado, 11 de julio de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 375.

         Lo que los seres humanos aman u odian
         no es la esencia de las cosas o de las personas,
         sino únicamente su aspecto.

        Un muchacho había contraído lo que propiamente podría llamarse una "bocadillofobia". Cada vez que veía un bocadillo, se echaba a temblar y a gritar de miedo. Su madre estaba tan preocupada que llevó al chico a que lo viera un terapeuta, el cual le dijo: "Es una fobia fácil de eliminar. Llévese al muchacho a casa y oblíguele a ver, de principio a fin, cómo hace usted un bocadillo. Ello hará que se desvanezcan todas sus estúpidas ideas acerca de los bocadillos, y dejará de temblar y de chillar."

      Y eso fue exactamente lo que hizo la madre. Tomó en sus manos dos rebanadas de pan y le preguntó a su hijo: "¿Te da miedo esto?" "No", respondió el muchacho. Luego le mostró la mantequilla y le hizo la misma pregunta, y el muchacho volvió a dar la misma respuesta. A continuación le hizo ver cómo extendía la mantequilla sobre el pan y le mostró después unas hojas de lechuga. Le volvió a preguntar si aquello le daba miedo, y él volvió a responder que no. Ella puso la lechuga encima del pan, tomó unas rodajas de tomate y repitió nuevamente la pregunta, obteniendo la misma respuesta. Puso el tomate encima de la lechuga y, después de comprobar que tampoco la loncha de jamón le producía miedo, puso ésta encima de las rodajas de tomate.

      Entonces tomó con una mano la rebanada de pan con la lechuga, el tomate y el jamón, y con la otra mano tomó la otra rebanada; se lo mostró todo y vio que seguía sin sentir miedo.

     Pero en el momento en que lo juntó todo y formó el bocadillo, el muchacho empezó a gritar: "¡Bocadillo! ¡Bocadillo!", y se echó a temblar horrorizado.

    Un joven ciego de nacimiento se enamoró de una muchacha. Todo iba estupendamente, hasta que un amigo le dijo que la muchacha no era precisamente una belleza. Y en aquel instante perdió todo interés por ella. ¡Qué absurdo! La había estado "viendo" perfectamente. ¡El ciego era su amigo!

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