sábado, 6 de junio de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 324.

             Mientras el fabricante de ruedas hacía su trabajo en un extremo de la enorme sala, el príncipe Huan de Ch´i leía un libro en el otro extremo.

           Dejando por un momento el escoplo y el mazo, el fabricante de ruedas llamó la atención del príncipe y le preguntó qué libro estaba leyendo.

         "Un libro que contiene las palabras de los sabios", le respondió el príncipe.

           "¿Y están vivos esos sabios?", le preguntó el otro.

           "¡Oh, no!", dijo el príncipe. "Todos ellos han muerto."

           "Entonces, lo que estás leyendo puede no ser más que los residuos y las heces de personas desaparecidas", dijo el ruedero.

           "¿Cómo te atreves tú, un fabricante de ruedas, a criticar un libro que yo estoy leyendo? ¡Explica lo que has dicho o morirás!"

           "Verás", dijo el otro, "desde mi punto de vista de fabricante de ruedas, así es como yo lo veo: cuando yo estoy haciendo una rueda, si el ritmo de mis golpes es demasiado lento, los cortes son profundos, pero no uniformes; y si el ritmo es demasiado rápido, los cortes son uniformes, pero no profundos. El ritmo adecuado, ni demasiado rápido ni demasiado lento, no lo coge la mano sino le viene dictado por el corazón. Es algo que no puede expresarse con palabras; requiere un arte que yo no puedo transmitir a mi hijo. Por eso es por lo que no puedo dejar que haga él mi trabajo, y aquí me tienes todavía, a mis setenta y cinco años, haciendo ruedas. En mi opinión, lo mismo ocurre con los que nos han precedido. Todo lo que era digno de ser transmitido murió con ellos: el resto lo pusieron en sus libros. Por eso decía que lo que estás leyendo son los residuos y las heces de personas desaparecidas."

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