jueves, 26 de marzo de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 302.

             Hace muchos años, un obispo de la costa este de los EEUU se hallaba visitando una pequeña universidad religiosa de la costa oeste, alojándose en casa del rector de la universidad, un joven y progresista catedrático de física y química.

            Un día, el rector invitó a los miembros de su facultad a cenar con el obispo, para que pudieran beneficiarse del saber y la experiencia de éste. Después de la cena, la conversación se centró en torno al tema del milenio, del que el obispo aseguró que no podía tardar en llegar. Y una de las razones que adujo para ello era que ya se había descubierto todo en el terreno de la naturaleza y se habían hecho todos los inventos posibles.

           El rector, con toda cortesía, mostró su desacuerdo y dijo que, en su opinión, la humanidad se encontraba en los umbrales de una era de grandes descubrimientos. El obispo desafió al rector a que mencionara uno de ellos, y el rector dijo que tenía la esperanza de que en el plazo de cincuenta años, más o menos, los humanos podrían volar.

          Aquello le produjo al obispo un ataque de risa. "¡Qué tontería, mi querido amigo!", exclamó. "Si Dios hubiera querido que los humanos voláramos, nos habría dado alas. El volar está reservado a las aves y a los ángeles."

         El obispo se apellidaba Wright y tenía dos hijos llamados Orville y Wilbur, que fueron los inventores del aeroplano.
    

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