sábado, 7 de marzo de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 290.

            Un maestro aprendió a ser un educador prudente y compasivo del modo más difícil que hay: cometiendo muchos errores. He aquí uno de ellos:

           Siendo director de una escuela, se le acercó un alumno a decirle que quería marcharse a otra escuela.

            "Por qué, hijo mío? ¿Pasa algo malo? ¿Hay algo que te entristezca? Tus notas son buenas...

              "No, no pasa nada malo, señor. Sencillamente, quiero marcharme."

              "¿Se trata de los profesores? ¿Hay algún profesor que no te guste?"

              "No, señor, no se trata de los profesores."

              "¿Se trata, entonces, de otros alumnos? ¿Te has peleado con alguno de ellos?"

              "No, no es nada de eso."

              "¿Es cuestión económica? ¿Te resulta excesivamente cara la pensión?"

               "No, señor, tampoco es eso."

               El director se quedó callado durante un buen rato, confiando en que su silencio le haría hablar al muchacho. De pronto, éste empezó a llorar y a enjugarse las lágrimas. El director supo que había vencido. Y en el tono más suave y comprensivo de que era capaz, le dijo: "Lloras porque algo te molesta, ¿no es así?

               El muchacho asintió con la cabeza.

               "Está bien. Dime, pues, por qué lloras."

               El muchacho se le quedó mirando fijamente y le dijo: "Por todas esas preguntas que está usted haciéndome."
             

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