lunes, 15 de diciembre de 2014

LA ORACIÓN DE LA RANA 215.


Muso, uno de los más ilustres Maestros de su tiempo, viajaba en compañía de un discípulo. Llegaron a un río y embarcaron en un "ferry". Cuando éste estaba a punto de desatracar, llegó corriendo un samurai borracho y saltó dentro de la sobrecargada embarcación, que a punto estuvo de zozobrar. Luego empezó a tambalearse violentamente, poniendo en peligro la estabilidad del frágil navío, por lo que el barquero le suplicó que se estuviera quieto.

            "¡No hay derecho a que nos tengan aquí como sardinas en banasta!", protestó estridentemente el samurai. De pronto, vio a Muso y gritó: "¡Mira quién está ahí! ¡Vamos a arrojar por la borda a ese santón!"

             "Ten paciencia, por favor", dijo Muso. "No tardaremos en llegar al otro lado".

             "¿Cómo dices? ¿Qué tenga yo paciencia?", gritó el samurai fuera de sí. "¡Qué te parece...! ¡Si no saltas antes de un minuto, yo mismo te echaré por la borda!".

             La sensación de calma que reflejaba el rostro del Maestro ante aquella amenaza enfureció de tal manera al samurai que se acercó a Muso y le arreó un par de bofetones en la cara, haciéndole sangrar. El discípulo, que era un hombre corpulento, ya no aguantó más y le dijo a su Maestro: "Después de lo que ha hecho, ya no merece vivir".

            "¿Por qué alterarse tanto por una tontería?", dijo Muso con una sonrisa. "Es en ocasiones como ésta cuando se pone a prueba nuestro adiestramiento. Debes recordar que la paciencia es algo más que una palabra". Y a continuación compuso este poema:

              "El que golpea y el golpeado
               son simples actores de un drama
               tan efímero como un sueño".

     

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