lunes, 30 de junio de 2014

LA ORACIÓN DE LA RANA 132.

                  Subhuti, discípulo de Buda, descubrió de pronto la riqueza y fecundidad del vaciamiento de sí, cuando cayó en la cuenta de que ninguna cosa es permanente ni satisfactoria y de que todas las cosas están vacías de "yo". Y con este talante de divino vaciamiento se sentó, arrobado, a la sombra de un árbol, y de repente empezaron a llover flores alrededor de él.

                Y los dioses le susurraron: "Estamos embelesados con tus sublimes enseñanzas sobre el vaciamiento".

                 "¡Pero si yo no he dicho una sola palabra acerca del vaciamiento...!"

              "Es cierto", le replicaron los dioses, "ni tú has hablado del vaciamiento ni nosotros te hemos oído hablar de él. Ese es el verdadero vaciamiento". Y la lluvia de flores siguió cayendo.

              Si yo hubiera hablado de mi vaciamiento o hubiera tenido conciencia del mismo, ¿habría sido vaciamiento?

              La música necesita la oquedad de la flauta; las cartas, la blancura del papel: la luz, el hueco de la ventana; la santidad, la ausencia de "yo".
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